La época en la que vivimos está llena de grandes cambios y profundas novedades. El mundo de hoy, por tanto, nos ofrece muchos elementos enfocados hacia el aumento de nuestro bienestar, como podrían ser las tecnologías, pero pueden resultar todo lo contrario.
El problema es que la forma de vida que se estable en nuestras sociedades modernas, en especial en las más desarrolladas, está basada en la fugacidad del tiempo. Los horarios en el trabajo nos establecen los tiempos de ocio, no dando pie a la imaginación, ya que existen fórmulas pensadas para dividir el tiempo, controlando también los espacios de ocio, dejando de este modo una gran masa homogénea. Y esto precisamente es lo que debemos limitar porque hace que la vida pase, la ves pasar, pero no centras las mirada, no miras los escenarios que transcurren a tu lado, proporcionando a las personas una profunda sensación de vacío y de inconsistencia.
Esta problemática, cada vez más extendida en nuestras sociedades, debería ser prioritaria para los nuevos sistemas educativos, para poder así lograr que las personas, y en especial los jóvenes, aprendan a mirar. La actual mirada de la educación se basa en el ajuste de las personas en el ámbito laboral, sin ofrecerle las herramientas necesarias para formarle en esta nueva época, lo que evita que se mire cara a cara la vida. Necesitamos de profundas reformas donde prime no solo la inserción laboral, sino el verdadero interés de formar para mirar y así poder resistir a la fugacidad del tiempo; sirviendo al mismo tiempo para construir el mundo, aunque sea de manera individual (pero no debemos olvidar que las colectividad está formada de individuos, que son mundos diferentes; y esto es lo que trata de difuminarse en la masa, donde solo tenemos que encajar, sin dar un paso al frente).


